lunes, 7 de mayo de 2012

El Valor de la Amistad

De lo más hermoso que Dios nos ha dado es la verdadera amistad, esa bendición divina de ponernos en nuestro camino esas personas especiales que llenan nuestros momentos con alegría, con su compañía y apoyo desinteresado.  

Muchas de las grandes amistades que han existido se han formado entre personas totalmente diferentes tanto en carácter como en pensamiento, y muy diferentes entre sí, pero perduran en el tiempo porque predomina el respeto mutuo.
 
En cuanto al origen de la palabra Amigo(a) no existe mucha referencia, mas hay dos significados que quisiera compartir con ustedes hoy, La primera dice que “amigo” proviene del latin “amicus” palabra derivada del verbo “amare” (amar). La segunda referencia dice que proviene de “animi” que significa “alma” y “custos” (custodia), es decir “Amigo” sería el que “guarda o custodia tu alma”, parecido a este otro que dice que “amigo” proviene del griego “a” que significa “sin mi” y “ego” que significa “yo”. Es decir “amigo” sería aquel con quien uno se identifica.
 
Pues bien, recordemos que ese amigo(a), es alguien humano con defectos y virtudes, tan humano como usted.  Muchos de nuestros “defectos” nacen producto de los patrones de conducta que hemos adquirido de nuestra familia, experiencias de vida difíciles, nuestra educación e interacción en sociedad en general. 

Cuando una persona confía en nosotros y nos demuestra su afecto, debemos ver lo positivo que hay en ella y la oportunidad de enriquecernos aprendiendo de sus virtudes y aceptándola tal cual es.
 
Hay personas que tristemente no tienen amigos, porque quieren que las personas con quienes se relacionan, sean perfectas, tanto para ellos como para suplir y satisfacer sus necesidades.  La amistad es una relación mutua, es decir necesita de dar y recibir, y ese dar y recibir debe ser correspondido siempre, sino, no estaríamos hablando de una amistad verdadera.
 
Es trascendental entender y aceptar que todos somos diferentes y que la verdadera amistad consiste en armonizar nuestras diferencias y apreciar más a fondo lo mejor de nuestros amigos, aceptando aquello que no es placentero, pero que forma parte de su carácter y personalidad.
 
El buen amigo jamás anulará al otro sino que lo hace crecer, es su compañero y un facilitador de sus muchas posibilidades.  Sufre cuando el otro sufre y se alegra cuando el otro se alegra;  no es envidioso, ni prepotente ni se aprovecha de del otro. La amistad exige el fiel sentimiento de la sinceridad, la comunicación sin trampas ni exigencias, la entrega mutua sin egoísmo, la preocupación honesta por el otro, la confianza sin límites, la paciencia, el respeto a las ideas, aceptar la  forma de vida del amigo, el saber escuchar, saber perdonar, el ser fiel a la amistad aunque se esté lejos.
 
La lealtad es quizás la característica, por excelencia, de una buena amistad.  Esto, por cuanto, muchas veces por el ajetreo diario del trabajo, estudios u otras preocupaciones, no es posible muchas veces ver a los amigos con la frecuencia que quisiéramos.  Por tanto haciendo uso de la tecnología, debemos sacar tiempo para enviar un mensaje a un teléfono móvil, escribir un correo electrónico o en el mejor de los casos hacer una llamada telefónica.
 
También se demuestra la lealtad, acompañando a nuestros amigos en tiempos  de bonanza o bien en tiempos difíciles.  Especialmente si están enfermos, han sufrido algún tipo de pérdida o bien atraviesan un momento de dificultad en cualquier área de su vida. Sin lugar a dudas, la verdadera amistad se demuestra en los momentos de prueba, en momentos en los que los conocidos te dan la espalda, pero los amigos de verdad te ayudan a levantarte y hacen suyo tu problema.
 
Es muy común que cuando una persona vive en la prosperidad le sobren amigos, pero cuando no lo es, más bien le falten amigos.  Cuando la amistad es real y transparente, no debe existir interés material, el único interés que prevalece es el que se tiene por la persona misma, tal cual es.  El interés por disfrutar juntos lo positivo de la vida; interés por crecer juntos; interés por aprender juntos; interés por disfrutar de la compañía de los amigos sin importar si son ricos ó pobres, si te pueden dar algo ó no.
 
Por ello resulta importante aprender a discernir entre los verdaderos amigos, y quienes no lo son, quienes se acercan por interés, o por el gusto de disfrutar una buena compañía.  Sobre el cómo saber cuál es el verdadero amigo(a), no hay nada escrito, es un camino que se inicia con bases como la confianza, la comunicación, la lealtad, el apoyo, la honestidad, y si estos valores se dan, podemos estar claros que tenemos a alguien especial a nuestro lado, un verdadero amigo y solo el tiempo dirá si efectivamente esa persona especial es digna de llamarse amigo.
 
Como amigos podemos sentir empatía y solidarizarnos especialmente con el sufrimiento de quienes queremos de verdad. Los verdaderos y auténticos amigos tienen la capacidad de entender y compartir los problemas, los sentimientos, las alegrías, en fin, las emociones en sí mismas, pero sin hacer juicios de valor que condicionen o restrinjan esa amistad sincera.
 
Cualquier alegría es mucho más grande, cuando se comparte con alguien; cualquier tristeza es más llevadera cuando se puede descargar en un amigo, un problema compartido ya es un problema medio resuelto.
 
Y como el tema de hoy es el valor de la amistad voy a compartirles un pensamiento de mi mejor amigo, alguien que me honra con su compañía y amistad sincera, transparente e incondicional desde hace muchos años; “La amistad verdadera es lo que nutre el amor y el cariño que tengas con alguien, es por ello que lo que primero que debes hacer es construir una amistad sólida y reforzarla día con día, porque la amistad es lo que al final siempre te mantendrá unido a esa persona especial”.
 
A manera de conclusión comparto una leyenda árabe que relata un episodio en la vida de dos amigos que viajaban por el desierto y en una parte del viaje tuvieron dos eventos, los cuales reflejan el verdadero valor de la amistad:

… “Caminando por el desierto dos amigos llegaron a discutir, y uno de ellos le dio una bofetada en el rostro al otro

El otro, ofendido, sin nada que decir, escribió en la arena:
HOY, MI MEJOR AMIGO ME PEGO UNA BOFETADA EN EL ROSTRO.

Siguieron adelante su camino y llegaron a un Oasis donde decidieron bañarse.

El que había sido abofeteado y lastimado comenzó a ahogarse, por lo que el otro se lanzo al agua y lo salvo quien lo había abofeteado.

Al recuperarse tomó un cincel y un martillo y escribió en una piedra:
HOY, MI MEJOR AMIGO ME SALVO LA VIDA.

Intrigado, el amigo preguntó:
¿Por qué después que te lastimé, escribiste en la arena y ahora escribes en una piedra?

Sonriendo, el otro amigo respondió:

Cuando un gran amigo nos ofende, deberemos escribir en la arena donde el viento del olvido y el perdón se encargarán de borrarlo y apagarlo por completo; por otro lado cuando nos pase algo grandioso, deberemos grabarlo en la piedra de la memoria del corazón donde viento ninguno en todo el mundo podrá borrarlo.”


Dra. Laura Camacho Alfaro                               

Clínica Arvicana  -   Teléfono 2560-8001

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