martes, 30 de octubre de 2012


El niño que soy
 
Papá, mamá,
Soy un niño con un nombre que me sustenta
Llámame por mi nombre.

Acéptame como soy: no me compares.
Yo soy como tú, un individuo único
con únicas maneras de percibir
interpretar y expresarse.

Aprender es agradable. No me lo eches a perder con castigos, tareas y amenazas.

Permíteme expresarme libremente: no termines mi frase ni culmines mis trazos ni rellenes mis dibujos.

Intercambia conmigo opiniones. Así me ayudas a aceptar las críticas ajenas.

Mírame a los ojos cuando me hables. De ser posible, colócate a la altura de mi vista. A veces me duele el cuello de mirar hacia arriba.

Sé discreto con mis asuntos: mis piojos
mi zurdera, mi tartamudez o mis rabietas
no van a desaparecer por el hecho
de que tú las pregones.

Déjame tomar decisiones.
Sugiéreme y plantéame alternativas pero enséñame a ser independiente: a prescindir de ti.

Estimúlame para mantener despiertos mis sentidos. Con ellos puedo hacer y rehacer el universo.

Valora mis esfuerzos más que los resultados
de mis actos. Así tendré ánimo
para seguir adelante y ese será nuestro triunfo.

Si asumes que yo soy un individuo en proceso
de transformación (y tú también) podremos ser solidarios en la creación.

Necesito límites y está bien que ejerzas el control pero hazlo con firmeza congruencia
perseverancia y cariño.
  

No me pidas que me quede quieto
por mucho rato. Tengo muchos barcos
y trenes y aviones caballos y mariposas
por dentro.

No me resuelvas las cosas porque me harás un desvalido. No supongas lo que me pasa:
indágalo. Así nos ayudaremos.

Un dato para sobrevivir el mañana:
enséñame a cooperar antes que a competir.
Enséñame también cómo aprender
pero quiero aprender explorando, haciendo
viviendo.

Papá, mamá necesito amar y ser amado…

 
S.F

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