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En este espacio conversamos sobre psicología y relaciones sociales. Es un lugar donde se permite interrelacionar al profesional con quienes tienen consultas o dudas sobre el diario vivir. Conversamos sobre el mundo de la Psicologia,y compartimos noticias, investigaciones y lo mas importante su participación diaria.
martes, 30 de octubre de 2012
jueves, 25 de octubre de 2012
La voz, espejo de emociones
componentes
no verbales. Entre los componentes no verbales, se encuentra el tono de
voz.
El
tono de voz hace que los matices del sonido cobren importancia porque la voz
humana
puede
alterar el ritmo cardíaco, el nivel de adrenalina, la respiración, la presión
sanguínea
etc. de la persona que escucha.
La
voz transmite emociones al que escucha, pero ¿el estado emocional en el que nos
encontremos
puede cambiar nuestro tono de voz? Todo indica que esto es es así. La
tensión
y el nerviosismo van acompañados de tonos de voz altos porque las cuerdas
vocales
se tensan y al tensarse vibran más rápidamente.
Sin
embargo, cuando estamos relajados
los tonos son más graves y resonantes teniendo
como
resultado un tono de voz
más bajo y agradable lo que, a su vez, provoca que los
demás
confíen más en nosotros.
El
tono de voz se convierte en el protagonista de los programas de radio ya que con
el
hay que compensar la pérdida de información que se produce cuando no vemos a la
hay que compensar la pérdida de información que se produce cuando no vemos a la
persona
que nos habla.
Preguntamos
a José Antonio Domínguez (Licenciado en Comunicación Audiovisual por
la
Universidad
de Málaga. Presentador-Productor de Canal Fiesta Radio) cómo
compensa
esa
pérdida de información y qué opina de lo comentado más arriba. Nos
responde
lo siguiente:
“Desde
luego que el estado emocional en el que nos encontramos altera nuestro tono de
voz.
¿Qué pasa cuando nos dan una sorpresa o una noticia desagradable? que no nos
sale
la
voz o que nos cuesta trabajo emitirla.
Desde
mi experiencia, procuro dejar fuera del estudio de radio todos los problemas
que
pudiera
tener y me dedico a transmitir en positivo. Realizar esta práctica no siempre
es
fácil, pero uno lo intenta. Siempre me dirijo al oyente en singular. Siempre te
hablo a
ti,
no a vosotros.
Cuando
leo, es fundamental respetar los signos de puntuación y realizar las pausas
indicadas
por éstos. Intento que se note lo menos posible, aplicando naturalidad y
tratando
de que el discurso se parezca más a una diálogo (yo siempre pienso que hay
respuestas
aunque no las pueda oír) que a un monólogo. Leyendo o no, trato de usar
cadencias
y semicadencias para aportar más naturalidad y hacer énfasis en palabras
que
considero
importantes. Suelo usar frases cortas. Cuando me excedo demasiado,
aprovecho
y hago las cadencias con los recursos sonoros radiofónicos para que no se
note
cuando tomo aire. El estado emocional no suele afectarme para cambiar el tono de
voz,
pero sí el momento del día o el disco que esté presentando. No es lo mismo
presentar
por las noches una canción melódica, que hacerlo por la tarde o en la víspera
de
un festivo, una canción muy rítmica.
Por
supuesto que intento vocalizar correctamente, pronunciando correctamente todas
las
palabras, desde mi inevitable acento andaluz, del que me siento muy orgulloso.”
Por Rocío Rivero López
martes, 23 de octubre de 2012
El hijo sándwich, mito o realidad
El hijo sándwich, mito o realidad
Hace algunas décadas, la
psicología se abocaba a pensar que efectivamente el hijo de en medio tenía
ciertos comportamientos y actitudes, por el simple hecho de ocupar este lugar
entre los hermanos.
Estudios recientes revelan que
esto no es así, que este apelativo no es más que parte de una tendencia, una
corriente o preferencia que se mantiene en el tiempo. Si bien es cierto se han
observado ciertas reacciones particulares entre los hijos sándwich, no obstante
no se puede generalizar.
Ningún ser humano nace con una
etiqueta, los padres deben tener en consideración que la infancia deja huellas imborrables
en el niño, que posteriormente se van a reflejar en su personalidad.
Ningún hijo, debe recibir un trato diferente
de otro o bien, no podemos especular con que tendrá determinado comportamiento
al ser el primogénito, el segundo o el último. Entonces como podemos explicar que
el fenómeno casi no se presenta en casos donde el mayor es hijo varón, la
segunda es niña y el tercero es varón; la niña seguirá siendo única y eso le da
un lugar de privilegio.
No hay padre o madre de familia
que no se fascine con su primer hijo, el nacimiento de este nuevo miembro de la
familia quedará grabado en su memoria por el resto de su vida.
El primer hijo es con quien los
padres desarrollan esa maravillosa habilidad de experimentar la maternidad y la
paternidad. No obstante, al no tener
experiencia actúan ansiosos, tiene una gran expectativa en este hijo, se le
presiona para que avance muchas veces a pasos agigantados con respecto a su
desarrollo.
Por lo tanto este hijo será
responsable, meticuloso, sobre-exigido y autoexigente; cada logro que este hijo
alcance será ampliamente celebrado, compartido y comentado.
¿Acaso fue esto escogido por el primogénito?
Claro que no, simplemente es
producto de las expectativas de sus padres, quienes proyectaron en él sus
temores, deseos y frustraciones.
Cuando llega el segundo hijo, los
padres ya están más relajados, tiene más experiencia, son más consistentes y son más tolerantes. Generalmente no presionan a sus pequeños a
dejar pañales, a caminar o comer solitos, finalmente saben, que en algún
momento de la vida lo harán, en el marco de un ambiente de entera libertad.
Esto puede ser hasta ventajoso
para el pequeño. Cuando nace el tercer
hijo, los padres se sienten aún más confiados en las habilidades que han
desarrollado como padres de familia y no solo se limitan a educar a su pequeño,
si no, que se preocupan en consentirlo quizás un poco más. Esto puede ser contraproducente para el hijo
mayor o el segundo, si notan que el trato con ellos no fue igualitario.
Cuando los padres de familia
predisponen la crianza de su hijo de en medio, el niño o adolescente puede
presentar dos comportamientos completamente contrarios. Pueden
convertirse en niños muy tímidos y retraídos, o por el contrario, como acto de rebeldía
ser los más revoltosos y hasta presentar comportamientos rebeldes.
Lo que realmente determina este
tipo de comportamientos es la personalidad de los padres, la personalidad del
niño o adolescente, la dinámica familiar, la relación de padres e hijos y la
relación entre hermanos.
¿Cómo podemos prevenir este tipo de comportamientos?
Aceptar a cada hijo como es, con su esencia.
Darle a cada hijo un lugar, un rol de acuerdo a
quien es, de acuerdo a sus fortalezas y debilidades, a su potencial y
características propias.
No comparara a los hijos ni hacer diferencias.
Festejar siempre los logros, señalar la conducta
negativa, no etiquetar.
No ver al hijo como se quiere que sea, sino como
el realmente es.
Reforzar constantemente su autoestima.
Fomentar el diálogo y la comunicación, que el
niño se sienta en la libertad de transmitir emociones tales como, amor, alegría, enojo,
temor, entre otras.
Demostrar siempre un amor genuino, incondicional,
esto ayudará a que el niño fortalezca su seguridad, convicción, confianza en sí
mismo y por ende tenga un autoconcepto positivo.
Dedicándole tiempo. Así se lo conocerá y se lo
podrá potenciar en sus talentos.
Darle la responsabilidad de realizar tarea específica en el hogar en la que se
sienta cómodo. Con responsabilidades, el niño tendrá un lugar en su casa. Se
sentirá participando e importante.
Nunca sobrevalorar la capacidad afectiva del niño
para arreglárselas solo, el niño puede interpretar muchas cosas a nivel
intelectual, lo cual no quiere decir que lo comprenda a nivel emocional y
afectivo. Por eso es un error hacer
crecer a los niños de golpe, hay que acompañarlos en el desarrollo de cada
etapa sin presión alguna.
Es momento de preocuparse
y buscar ayuda profesional cuando el asunto pasa a tener ribetes patológicos,
por ejemplo si ese hijo tiene problemas para relacionarse con sus hermanos y
sus amigos del colegio, si siempre se siente postergado y no aprende a
compartir; si se siente incapaz de competir y de ganarse un espacio; si tiene
problemas de adaptación y pasa "agotado" o se convierte en el payaso
permanente de la casa con tal de llamar la atención.
“Tener un hijo no lo convierte en padre, del mismo modo en que tener un piano no lo vuelve pianista” Michael Luvine
Dra. Laura Camacho Alfaro
Licenciada en Psicología
Clínica Arvicana, Heredia
Teléfono: 2560-8001
viernes, 5 de octubre de 2012
Problemas Alimenticios en Adolescentes
En la actualidad se ha perdido el gusto y la admiración por las cosas bellas que nos rodean, se ha pasado al límite de rendir culto a la belleza, principalmente a la belleza física. Nos desenvolvemos diariamente en un mundo donde las personas no son apreciadas por el sistema de creencias y valores que poseen, si no, por su peso, su talla y lo que proyecta con sus atributos físicos.
Durante la etapa de la adolescencia los jóvenes están descubriendo y afianzando su identidad, es sumamente importante la aceptación y pertenencia a un grupo de pares; estas necesidades hacen que los jóvenes recurran a hacer cualquier cosa con tal de ser debidamente aceptados y sentirse queridos.
Es común que durante la etapa de la adolescencia se presenten trastornos alimenticios que no se limitan solo al deseo de verse y sentirse bien, si no, que hay todo un trasfondo emocional que muchas veces los padres de familia desconocen.
Una buena alimentación es determinante durante la adolescencia, para que el joven logre hacerle frentes a los cambios fisiológicos propios de su edad, los requerimientos nutricionales son muy elevados.
¿Qué es un trastorno alimenticio?
Un trastorno alimenticio es una enfermedad progresiva que se manifiestan a través de la conducta alimentaria, no obstante consiste en una escala muy compleja de síntomas entre los que predomina una alteración o distorsión de la auto-imagen corporal, un gran temor a subir de peso y la adquisición de una serie de valores a través de una imagen corporal.
¿Qué factores inciden en su aparición?
Los factores que inciden principalmente son:
Factores psicológicos: los jóvenes con trastornos alimentarios generalmente tienden a tener expectativas no realistas de ellos mismos y de sus iguales. A pesar de ser exitosos se sienten incapaces, ineptos, defectivos, etc. No tienen sentido de identidad, por eso son tan volubles y se adaptan a otros estilos que difieren mucho de lo propio. Por eso tratan de tomar control de su vida y muchas veces se enfocan en la apariencia física para obtener ese control.
Factores familiares: Los chicos y chicas que forman parte de familias sobreprotectoras, rígidas e improductivas para resolver conflictos tienden a desarrollar estos trastornos. La mayoría de las veces no muestran sus sentimientos y tienen grandes expectativas de éxito. Los niños aprenden a no mostrar sus sentimientos, ansiedades, dudas, etc., y toman el control por medio del peso y los alimentos.
Factores sociales: Los medios de comunicación asocian lo bueno con la belleza física y lo malo con la imperfección física. Las personas populares, exitosas, inteligentes, admiradas, son personas con el cuerpo perfecto, lo bello. Las personas que no son delgadas y preciosas son asociadas con el fracaso. Se maneja toda una gama de estereotipos culturales tales como la delgadez extrema, se manejan prejuicios contra lo obesidad no por salud si no por apariencia, se discrimina además algunas profesiones y deportes.
Factores biológicos: Algunos estudios indican que niveles anormales de determinados componentes químicos en el cerebro predisponen a algunas personas a sufrir de ansiedad, perfeccionismo, comportamientos y pensamientos compulsivos. Estas personas son más vulnerables a sufrir un trastorno alimenticio.
Comienzo del trastorno
Según Alfredo Goño Grandmontagne, catedrático español de Psicología Evolutiva y de la Educación; ”En los adolescentes el autoconcepto es el rasgo de personalidad que mayor relación mantiene con los trastornos alimentarios. Está muy documentada la relación que guardan con otras características: el perfeccionismo, el miedo a madurar, la ansiedad y la desconfianza interpersonal”.
Goño destaca que; cuando la gente compara la imagen corporal propia con el ideal interiorizado, surgen sentimientos de insatisfacción corporal y personal, de ansiedad y una necesidad compulsiva de cambio físico. Es aquí cuando aparecen los trastornos alimenticios, los jóvenes recurren de forma progresiva o compulsiva a la inanición, a purgas mediante vómitos, diuréticos o laxantes, ejercicio físico compulsivo o desgaste de zonas corporales concretas que, como sucede en el caso de la anorexia y la bulimia, ponen en grave peligro la salud física y psicológica.
Anorexia y bulimia
La Anorexia es la obsesiva búsqueda de adelgazamiento mediante una dieta progresivamente restrictiva. El joven con anorexia nervosa es típicamente una perfeccionista. En su mente tiene la firme creencia -irracional- que está gruesa inclusive cuando pierde mucho peso y se pone muy delgada. Esta persona siente la necesidad de tener en control de su propia vida, experimentando este control sólo cuando niega la demanda que su cuerpo necesita de comida. Es su obsesión por adelgazar, la adolescente poco a poco se está matando a causa de su régimen de hambre. Esto puede llegar a situaciones muy serias de dañar su cuerpo, e inclusive hasta puede llevarla a la muerte.
Los principales síntomas de la anorexia son:
- Rechazo a mantener el peso corporal por encima del mínimo adecuado para la estatura, llegando a situaciones de delgadez extrema.
- Miedo intenso a engordar, incluso cuando el peso es muy bajo.
- Sensación de estar gordo/a en general o en algunas partes del cuerpo, como nalgas, muslos, abdomen. Tienen una percepción de su cuerpo que no es real. Aunque estén realmente delgados/as, su espejo les dice que siguen estando gordos/as.
- Aparecen otro tipo de problemas físicos que acompañan la desnutrición, como es en el caso de las mujeres la retirada o el retraso de la menstruación.
- Ejercicio físico excesivo.
- Conducta alimentaria extraña: come de pie, corta los alimentos en pequeños trozos.
- Incremento de las horas de estudios y disminución de las de sueño.
Se calcula que un 0.5 a 3 por ciento de adolescentes y mujeres jóvenes tiene anorexia nerviosa y estas cifras aumentan al doble cuando se incluyen adolescentes sanas con conductas alimentarías anormales o con preocupación anormal por el peso corporal. La edad promedio es de 13, 75 años y se desarrolla mucho más en mujeres, con una proporción de 9 a 1.
La Bulimia es la incapacidad para controlar los deseos de comer, hacerlo en cantidades extraordinarias y recurrir a actos purgatorios para lidiar con la culpa, como vomitar, usar laxantes y diuréticos o realizar ejercicio físico extenuante. Hay una preocupación obsesiva por la comida, con deseos irresistibles de comer; menstruaciones irregulares, y ligero sobrepeso.
Principales síntomas de la bulimia:
· Episodios recurrentes de atracones de comida.
· Una sensación de pérdida del autodominio durante los atracones de comida.
· El uso regular de vómito autoinducido, laxantes o diuréticos, dieta estricta o ayuno, o ejercicio muy energético para evitar el aumento de peso.
· Un mínimo de dos episodios de atracón de comida a la semana durante al menos tres meses.
· Preocupación exagerada por la figura y el peso corporal. Las bulímicas están continuamente obsesionadas por su aspecto y trabajan duro para ser lo más atractivas posibles.
· Antecedentes de dietas frecuentes. Frecuentes intentos previos de controlar su peso.
· Síntomas de depresión. Incluyen pensamientos melancólicos o pesimistas, ideas recurrentes de suicidio, escasa capacidad de concentración o irritabilidad creciente.
· Excesivo temor a engordar.
· Comer en secreto o lo más inadvertidas posible.
La excesiva alimentación puede alternarse con dietas extremas que traen como consecuencia fluctuaciones de peso dramáticas. Las repetidas purgas acarrean consigo un peligro muy serio a la salud física, incluyendo la deshidratación, el desequilibrio hormonal, el agotamiento de minerales importantes y el daño a los órganos vitales.
En el caso de la bulimia, se estima que de un 0.6 a un 13 % padecen el trastorno, también en mayor medida las mujeres mayores de 18 años.
Otros síntomas menos comunes
Vigorexia: Es un trastorno caracterizado por la preocupación obsesiva por el físico y una distorsión del esquema corporal (dismorfofobia) que puede presentar dos manifestaciones: la extrema actividad del deporte o, la ingesta compulsiva para subir de peso ante la percepción de estar aún demasiado delgado. Aunque los hombres son los principales afectados por la vigorexia, es una enfermedad que también afecta a las mujeres.
Ebigorexia: Tendencia de comer mucho pero en vez de vomitarlo por ellos mismos, comienzan a tomar grandes cantidades de alcohol (vinos,piscos,cerveza) para que eso tengan el efecto de luego vomitarlo y nadie sospeche nada.
Megarexia: Trastorno opuesto a la anorexia nerviosa. Suelen ser personas obesas que se miran al espejo y no lo perciben; por eso no hacen ninguna dieta; por eso se atiborran de comida basura (calorías vacías). Ellos se perciben sanos. Son en cierta forma, personas obesas que se ven delgadas a causa de la distorsión de la percepción que caracteriza a los trastornos alimentarios. Comen de todo y en cantidades abismales, pero muy pocos "nutrientes esenciales" y una altísima proporción de azúcares, féculas, almidones, entre otros alimentos.
Ortorexia: Es aquel trastorno donde la persona obesa come alimentos que ella considera saludables, pero en realidad, no lo son.
Pica:Ingestión de alimentos no comestibles.
Tratamientos para los trastornos de la alimentación
Es importante tener claro que, los trastornos de la alimentación son una enfermedad. Es común y esperable que la persona que lo padece no intente modificar la situación. No es una falta de voluntad sino un síntoma de la enfermedad. La familia en estos casos debe ser la encargada de la consulta especializada de forma urgente.
Los trastornos alimenticios pueden ser exitosamente tratados y puede restaurarse un peso saludable. Es importante el diagnostico temprano para obtener una éxito total en el tratamiento. Los trastornos alimenticios no son afecciones simples, debido a su complejidad demandan tratamientos interdisciplinarios largos y adecuados a cada situación. Un buen tratamiento contara con la conjunción de: cuidado y revisión médicos, intervención psicológica, asesoría nutricional y, cuando sea adecuado, control de ingesta de medicamentos.
Dra. Laura Camacho Alfaro
Licenciada en Psicología
Teléfono 2560-8001
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