lunes, 30 de abril de 2012

El Respeto

La palabra respeto proviene del latín respectus y significa “atención” o “consideración”. De acuerdo al diccionario de la Real Academia Española, el respeto está relacionado con la veneración o el acatamiento que se hace a alguien. El respeto incluye miramiento, consideración y deferencia.

El respeto es un valor que permite que el hombre pueda reconocer, aceptar, apreciar y valorar las cualidades del prójimo y sus derechos. Es decir, el respeto es el reconocimiento del valor propio y de los derechos de los individuos y de la sociedad.

El respeto no sólo se manifiesta hacia la actuación de las personas o hacia las leyes. También se expresa hacia la autoridad, como sucede con los alumnos y sus maestros o los hijos y sus padres.

El respeto permite que la sociedad viva en paz, en una sana convivencia en base a normas e instituciones. Implica reconocer en sí y en los demás los derechos y las obligaciones, por eso suele sintetizarse en la frase “no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti”.

Por el contrario, la falta de respeto genera violencia y enfrentamientos. Cuando dicha falta corresponde a la violación de una norma o de una ley, incluso es castigada a nivel formal. Este castigo puede ser una multa económica o hasta el encarcelamiento.

Pero, ¿cómo reaccionamos cuando alguien nos afecta a nosotros directamente? ¿Dónde quedan la tolerancia y el respeto cuando el carro de adelante no arranca inmediatamente después de que ha cambiado el semáforo? ¿O cuando aquel que desesperado porque está en una emergencia, nos corta el paso en el tráfico?


El respeto hace una diferenciación total entre la persona y lo que ésta piense o diga en un momento dado. Nos lleva a aceptar nuestras diferencias personales, recordando que cada uno de nosotros tiene derecho a ser quien es.

Debemos recordar que cada ser es único y esta hecho a imagen y semejanza de Dios, por lo tanto merece nuestro respeto y consideración.


Como podemos fortalecer el respeto.

Aprende a escuchar.
Miremos con respeto a todas las personas que se cruzan en nuestro camino detengámonos unos segundos para saludarlas, mirémoslas a los ojos y deseémosle un buen día, o simplemente démosle las gracias con sentimiento. Deseémosle lo mejor desde el corazón.

Tomemos la decisión de aprender.
El que cree que ya lo sabe todo está estancado. El mundo cambia continuamente y nosotros con él, y cada persona o situación que se presentan en nuestra vida son oportunidades para aprender y crecer.

Colócate en los zapatos del otro.
Nadie hace cosas por fastidiar al otro; tú no sabes la situación difícil que otros pueden estar viviendo. De vez en cuando es necesario que trates de pensar y sentir como lo está haciendo la otra persona; es decir, desde su punto de vista. Extender nuestra comprensión hacia los demás, implica volvernos más compasivos.

No seas intransigente.
Que alguien tenga un defecto, que diga o haga cosas improcedentes no lo condena como persona, siempre podemos recapacitar o cambiar nuestra actitud o comportamiento. Por lo tanto, no rechaces, discrimines o maltrates a otros porque no hacen lo que tú deseas o esperas, ten más paciencia y comprensión.

Nadie es más ni menos que tú.
Sólo somos diferentes en lo personal. Llegamos a este mundo con limitaciones y condiciones más o menos difíciles para superar, resolver y de las cuales aprender, en eso radica todo. Acepta a los demás con sus defectos y cualidades sin juzgarlos con ligereza.

Enseña a tus hijos con el ejemplo.
En el proceso de enseñar a tu hijo como vivir, tu ejemplo es determinante. Eres tú quien enseña a tus hijos a través del respeto hacia ellos, de qué manera ellos te respetarán a ti y a otros. La próxima vez que vayas a entrar a su cuarto, toca la puerta antes de hacerlo; de esa manera, él tocará a tu puerta antes de entrar.

Cuando vivimos con respeto hacia los demás, nos volvemos más tolerantes, pacientes, comprensivos, cumplidores y responsables de nuestra participación en el mundo, y cuando nos volvemos respetuosos de nosotros mismos, establecemos límites con seguridad, nos valoramos más y confiamos en nuestra capacidad.


Dra. Laura Camacho Alfaro - Clínica Arvicana  Teléfono:  2560-8001

viernes, 27 de abril de 2012

La Buena Comunicación.

La comunicación es el medio para alcanzar el entendimiento mutuo y una buena interrelación. Constituye el vehículo de expresión de los afectos y las ideas.

Contribuye a la cohesión y la armonía conyugal y familiar. Si bien todos reconocemos que la comunicación es central y clave, no siempre resulta fácil aplicarla en forma eficiente y productiva.
Pensando en la comunicación con nuestra esposa y nuestros hijos, o nuestros padres, hermanos, pareja o amigos, aquí presentamos algunas estrategias para la buena comunicación, que abarcan las actitudes previas a la comunicación, y las que se dan durante el proceso.

Es muy importante desarrollar la habilidad de percibir las cosas según la perspectiva de la pareja, es decir, comprender según sus ideas y manera de sentir. Esta capacidad se denomina empatía. Si bien la voluntad de empatizar favorece la comunicación en toda circunstancia, el impacto es todavía mas significativo cuando se realiza en momentos en que el otro está experimentando dolor, pena, angustia o alguna otra vivencia amarga. Llegar en esas circunstancias adversas con una actitud comprensiva y solidaria (“Dime lo que te pasa”) contribuye grandemente a la unidad y a la comunicación.

A continuación unos breves consejos que le pueden ayudar a mejora rla comunicación:

a) Conocer las necesidades del otro, respetarlas cuando no son comunes y, de vez en cuando, ayudar a que se cubran.

b) Conocer los tiempos de diálogo del otro: uno puede ser mucho o poco hablador o puede tener facilidad o dificultades para expresar sus sentimientos. Por tanto, no hay que forzar, sino respetar esa manera de ser en la comunicación.

c) No dar por entendido algo, mejor decirlo aunque pueda ser obvio: "te quiero", "me preocupa tal cosa", etc.

d) El miedo a la reacción del otro no debe favorecer la falta de comunicación: ser sincero a pesar del posible "dolor" del otro. Mejor una mala verdad que una verdad oculta.

e)  Comunicar para informar y compartir con el otro, no para educarle.

F) Hay que buscar o crear la atmósfera propicia para que la comunicación pueda realizarse de forma adecuada sin elementos extraños o circunstancias perturbadoras.


Dra. Laura Camacho Alfaro - Clínica Arvicana  Teléfono:  2560-8001

miércoles, 25 de abril de 2012

Cuando debemos iniciar consulta Psicológica

Leyendo hace unos días la revista digital de la Fundación Eroski, en España,  escribieron un artículo sobre los temores y las dudas en cuanto a visitar al Psicólogo, es por ello que consideré oportuno compartirlo con todos ustedes, espero sea de su agrado.

"Para la mayoría de nosotros, nos causa dificultad saber cuándo debemos acudir al médico. Sin embargo, seguimos mostrando dudas y reticencias a la hora de dirigirnos a los psicólogo, sobre los que aún parece pesar el apelativo de loqueros.

Es por ello que todavía muchos asocian el acudir a un psicólogo con reconocer que se padecen graves desórdenes mentales que no son capaces de controlar y resolver. Otro freno para ir tranquilamente a la consulta del psicólogo es el reparo a comunicar a un desconocido nuestros problemas más íntimos. Mostrarnos tal cual somos, hablar de esas frustraciones, obsesiones, complejos, inseguridades o debilidades que tantos años llevamos ocultando o disimulando, poner en entredicho nuestra fortaleza mental, nuestra sensatez o lucidez, quedando casi a merced de alguien, exponernos al juicio de un especialista -para quien seremos sólo un caso más- se convierte en un duro trance que puede producirnos miedo cuando no terror. Y así, por unas u otras causas, y a pesar de que algo en nuestro interior nos revela que necesitamos ayuda especializada y que contar nuestras penas a familiares o amigos no es suficiente, nos demoramos demasiado en solicitar una cita con el psicólogo y lo hacemos cuando ya no podemos más y los síntomas de sufrimiento, de inestabilidad psicológica, han devenido en pesadilla. Este retraso, que puede suponer varios años e incluso décadas, puede agravar un problema que atendido a tiempo quizá se hubiera resuelto sin mayor dificultad.


Demorarnos en recurrir al psicólogo puede agravar un problema que, tratado a tiempo, podría haberse resuelto fácilmente

El psicólogo es un profesional especializado, un científico del comportamiento humano. Su trabajo lo desarrolla, cada día, con personas que se encuentran en un momento difícil de su vida o que se enfrentan a un problema que requiere el análisis y la asesoría -y a veces, la compañía, complicidad y apoyo- de un especialista. El psicólogo cuenta con herramientas metodológicas y con técnicas para realizar una evaluación, establecer un diagnostico y proponer un tratamiento para abordar los problemas de sus clientes y para ayudarles a entender los motivos de su malestar. Pero estos especialistas de la mente humana no sólo resultan útiles en situaciones críticas; bien al contrario, proporcionan recursos y estrategias para prevenir posibles problemas, y que nos ayudarán a sentirnos más estables y fuertes en el día a día.

Un matiz: en la consulta no es imprescindible abrir nuestra intimidad desde el primer momento; el cuándo y el qué contar al especialista es una opción personal. El ritmo del proceso de esa implicación y sinceridad que se requiere para que el psicólogo conozca las características y alcance de nuestro conflicto interno puede establecerlo el propio cliente, que actuará movido por su necesidad o por la decisión personal de contar al especialista lo que le ocurre. Esta comunicación fértil se produce normalmente en ese deseable clima de confianza y seguridad que surge cuando percibimos que el especialista nos garantiza confidencialidad y comprensión. Y cuando sabemos que no va a emitir, sobre nosotros, juicios que puedan herir nuestra sensibilidad. Las primeras impresiones, como la de haber sido escuchados y respetados y de sentirnos bien atendidos técnicamente, así como la de "conectar" con su forma de ser y con sus métodos y terapias, determinan en buena medida si el paciente optará por ese especialista e, incluso, el éxito del trabajo terapéutico a emprender.

Debemos aceptar que el tiempo no arregla nada.

Debemos acudir al psicólogo cuando detectamos que uno o varios problemas bloquean nuestra vida inundándola de sensaciones desagradables, impidiéndonos gozar de sus aspectos positivos o placenteros. Por aquello de creernos autosuficientes, pensamos que seremos capaces de "salir de ésta", y que lo que necesitamos es, simplemente, serenarnos y darle tiempo al tiempo. Pero estamos equivocados: el tiempo no arregla nada. Cosa bien diferente es que necesitemos que discurran semanas o meses para ejecutar los comportamientos que nos ayuden a resolver los problemas.

Pedir es tan necesario como dar: forman el anverso y reverso de la misma moneda, que es la vida. No confundamos la autonomía a la hora de gestionar nuestras vidas con la negativa a solicitar la ayuda de otras personas para conducir esas acciones a buen puerto. El psicólogo no es un brujo que cura los males de nuestra psique, sino simplemente un experto en salud mental que actúa como asesor y acompañante y que intentará ayudarnos a que consigamos (siempre por nosotros mismos y desde nosotros mismos) las deseadas seguridad y estabilidad, propiciando un mejor discernimiento en la búsqueda de soluciones y potenciando nuestra autoestima.

Resumiendo debemos acudir al psicólogo cuando...

a) Sintamos que la tristeza, la apatía y la falta de ilusión empiezan a agobiarnos y a emitirnos el siempre equivocado mensaje de que nuestras vidas carecen de sentido.

b) El negro o el gris tiñen frecuentemente nuestros pensamientos y nos vemos incapaces de encontrar algo positivo en nuestras vivencias cotidianas.
c) Todo a nuestro alrededor lo percibimos amenazante y nos sentimos solos, incomprendidos o desatendidos.
Pensamos que la desgracia se ha cebado en nosotros y comenzamos a asumir que todo nos sale mal y que las cosas no van a cambiar.
d) Estamos atenazados por miedos que nos impiden salir a la calle, relacionarnos con otras personas, permanecer en un sitio cerrado, hablar en público, viajar, etc.. Es decir, cuando el temor o la inseguridad nos impiden desarrollar nuestras habilidades y disfrutar de personas, animales y cosas que nos rodean.
e) La obsesión por padecer graves enfermedades o contagiarnos de ellas nos lleva a conductas extrañas y repetitivas, de las que no podemos prescindir sin que su ausencia nos genere ansiedad.
f) Nos sentimos "con los nervios rotos" y casi cualquier situación hace que perdamos el control y sólo sepamos responder con agresividad o con un llanto inconsolable.
g) Nos damos cuenta de que fumar, beber o consumir cualquier otra droga, apostar..., se ha convertido en una adicción de la que no sabemos salir y que genera perjuicios importantes en nuestra vida o en la que de quienes nos rodean.
h) El estrés empieza a mostrarse a través de sus síntomas psicosomáticos: insomnio, problemas digestivos, cardiovasculares, sexuales......
i) La ansiedad es una constante diaria, que impide la estabilidad y serenidad necesarias para mantener un pensamiento positivo, una conducta tranquila y el goce de los pequeños placeres cotidianos.
j) Los silencios, los desplantes o los gritos sustituyen al diálogo, y los problemas de comunicación enturbian nuestra relación con los demás.
k) Las dificultades sexuales afloran y vivimos la angustia que causan la impotencia, la falta de deseo o de sensaciones eróticas y, sobre todo, la imposibilidad de gozo y comunicación con la persona destinataria de  nuestro amor.

Pedir es tan necesario como dar. No confundamos la autonomía a la hora de gestionar nuestras vidas con la negativa a solicitar la ayuda de otras personas para conducir esas acciones a buen puerto. El psicólogo no es un brujo que cura los males de nuestra psique, sino simplemente un experto en salud mental que actúa como asesor y acompañante y que intentará ayudarnos a que consigamos (siempre por nosotros mismos y desde nosotros mismos) las deseadas seguridad y estabilidad, propiciando un mejor discernimiento en la búsqueda de soluciones y potenciando nuestra autoestima."



Dra. Laura Camacho Alfaro - Clínica Arvicana  Teléfono:  (506) 2560-8001

domingo, 22 de abril de 2012

Horarios de Atención y dirección

Horario de atención: Lunes a Viernes de 4:00 PM a 7:00 PM

Sabados de 8:00 AM a 1:00 PM

Teléfono:  (506) 2560-8001

Dirección: Heredia Centro, de la esquina sureste del Nuevo Hospital, 50 sur y 180 oeste.


Nuestros servicios Profesionales


1.Individual
Niños
Adolescentes
Adultos

2. Grupo
Terapia de Pareja
Terapia grupal

3.Experiencia en:
Ansiedad
Estrés
Depresión
Duelo
Dependencias
Problemas de motivación y autoestima
Trastornos de alimentación
Mejoramiento de la comunicación y resolución de conflictos
Desarrollo de habilidades Sociales
Estimulación de estilos de vida saludable
Autoestima (autoconcepto e imagen)
Inseguridad
Adicciones

4. Aplicación de Pruebas Psicológicas:
Proyectivos (Figura Humana, Familia, Casa y Árbol)
Personalidad: M.M.P.I, 21 subfactores de personalidad
Orientación Vocacional
Medición de niveles de Ansiedad
Frases incompletas (S.S.C.T / T.O.I)
Depresión
WISC-R
WAIS

5. Otros servicios:
Asesoría en el Área de Recursos Humanos y Legislación Laboral
Abordaje Integral, incluye área espiritual
Escuela para Padres
Talleres
Charlas